Tribuna de nuestro Decano en VIva Sevilla (27 de junio de 2019)

En los últimos quince años, hemos asistido al cierre de numerosas empresas industriales, míticas para Sevilla y su entorno. Industrias como Astilleros españoles, Cerámica de Bellavista, Compañía Roca, Fertiberia, Gilette, por citar unas cuantas que se me vienen a la cabeza rápidamente.

Esas empresas, ya no volverán. ¿Ha terminado la sangría? Yo creo que no. Las empresas industriales se enfrentan a nuevos retos: la baja competitividad debido al tamaño pequeño y la baja proporción de euros facturados por trabajador, los costes altos de la energía (un 30% más caros que en Francia o Alemania), las trabas administrativas y burocráticas injustificadas que no aportan valor pero disuaden de invertir al más convencido están significando, entre otras, amenazas sobre lo poco que ya nos queda y, lo que a mi juicio es más importante, desincentiva la atracción de empresas industriales con inversiones extranjeras.  

El PIB industrial de Andalucía oscila entre el 11% y el 13% ( según como hagamos los números), cuando el reto de la UE es de llegar al 20% de PIB industrial en 2020. Un 20% de PIB industrial representaría prácticamente el pleno empleo de la población, como ocurre en las comunidades autónomas que están en ese entorno (País Vasco y Navarra, principalmente). A mi entender, para conseguir una proyección ascendente del peso del PIB industrial en el marco global en Andalucía, habría que empezar por aplicar el decálogo de la industrialización:

1.- Cambiar el enfoque de la administración pública para que pase de ser un elemento disuasorio (exceso de burocracia, plazos muy elevados para obtención de autorizaciones administrativas) a ser un agente facilitador, dejando la responsabilidad de la buena práctica en los promotores (declaración responsable y un seguro de responsabilidad civil) más un proyecto  firmado por un técnico competente (ingeniero o arquitecto) y visado por el colegio profesional que corresponda, donde se justifique el cumplimiento de la ley.

2.- Atraer inversiones industriales extranjeras y configurar a Andalucía como la puerta industrial de Europa.

3.- Facilitar suelo industrial en cantidad y calidad suficiente para que no sea un componente susceptible de especulación que puede llegar a incidir gravemente en la inversión

4.- Mejorar la competitividad y productividad de nuestras industrias, mediante políticas activas para aumentar su tamaño y su grado de tecnificación

5.- Liderar los sectores en los que somos espacialmente competitivos, como la industria de la alimentación, la aeronáutica, la transformación de minerales, la química, la energética, la defensa o la metalmecánica.

6.- Apostar por las tecnologías facilitadoras que permitirán competir en un marco global, sobre todo las derivadas de la industria 4.0 (robótica, sensórica, automatización, inteligencia artificial, vehículos no tripulados, fabricación aditiva, nuevos materiales industriales).

7.- Mejorar la oferta formativa, especialmente de los ciclos formativos superiores y de los ingenieros, adaptando la formación a las necesidades reales y futuras de la industria y no al revés.

8.- Ayudas fiscales. Nuestra comunidad autónoma está en desventaja con otras regiones españolas y europeas que cuentan con regímenes fiscales favorables al desarrollo de  la industria..

9.- Política de incentivos. Aplicar los fondos FEDER como política verdaderamente incentivadora para la industria y disuasoria para los “cazaprimas”.

10.- Generar confianza. Conseguir que todos vayamos a una en este objetivo con el que nos jugamos el futuro de la generación ahora adolescente. Los mercados necesitan confianza en todos los sentidos y para ello, tanto las fuerzas políticas como las sociales, las empresariales y las profesionales tienen que ser unánimes y hacer piña en un objetivo de todos y por encima de sus interesas partidistas o locales. Pensar en global y actual en local.

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